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reflexiones sobre administración pública inteligente

lunes, 2 de marzo de 2015

Modelos de transformación pública

Entramos en la segunda década del siglo XXI y los paradigmas sobre modelos de cambio en la Administracion pública van evolucionando y superponiéndose en el tiempo. Difícilmente acaba de extenderse en su totalidad uno de ellos cuando emergen otros que le mejoran o complementan.

Desde finales del siglo pasado y ya con fuerza en la primera década de este siglo el avance de la Administración electrónica ha sido incontestable. Se trata de llevar las posibilidades de lo digital a la prestación de servicios públicos y al funcionamiento interno de la Administración. El egov actúa sobre los procesos y la tramitación, sobre la maquinaria administrativa y en los aspectos de front-office que tiene que ver con la prestación de servicios. España ha alcanzado niveles altos de implantación de este modelo, especialmente en los servicios prestados a personas jurídicas, pero tiene aún pendiente el reto de la transformación digital. Es decir, cómo la tecnología puede alterar estructuras, cultura de trabajo y modos de prestación.

El lograr una Administración sin papel, ágil y eficiente está entre los objetivos de dos de los proyectos más relevantes que están preparándose para hacer de la nuestra una Administración plenamente digital: la EStrategia de Transformación Digital de la AGE que está preparando la DTIC y el APL del nuevo procedimiento administrativo que vendrá a a refundir las viejas 30/92 y 11/07. Ambos ofrecen una respuesta coordinada a necesidades perentorias como el disponer de servicios comunes o apostar por unas comunicaciones electrónicas (p.e. notificaciones) .

Pero la apuesta por una Administración digital , siendo hoy condición necesaria, ha quedado en insuficiente. La segunda década de este siglo nos lleva a tener que preocuparnos , no sólo de cómo hacer más eficiente la maquinaria administrativa, sino también de un eje que hoy es fundamental: la relación con el ciudadano. De ahí , la nació el Gobierno abierto que busca precisamente reconectar lo público a un nuevo modelo de ciudadanía que demanda una forma diferente de relacionarse con sus gobiernos y su Administración. Si primero fue el discurso, ya va siendo hora de pasar a los hechos y pasar de las palabras y las leyes, a las acciones concretas y sus consecuencias. En esa transición precisamente nos encontramos, así como en indagar si es posible (y cómo hacerlo) llevar el modelo de lo abierto también a otros ámbitos como el legislativo y el judicial.

Sin perder de vista los dos anteriores, se empieza a vislumbrar el modelo que va a caracterizar la tercera década: la Administración inteligente. Entendida ésta como aquella que utiliza el dato como activo digital estratégico y es capaz de procesar, entender y generar servicios y pautas de decisión basadas en el análisis. Se trataría de una evolución del concepto de smart city que a día de hoy estamos conociendo desde posiciones  tecnológicas y de generación de negocio, a otras de  gobernanza democrática y  políticas públicas.

Modelos que avanzan, se superponen y se condimentan con un buen puñado de nuevas técnicas de gestión (innovación  vs. planificación) y herramientas tecnológicas (redes sociales, movilidad, internet de las cosas).

En definitiva, cambios disruptivos y vertiginosos que a muchas de nuestras Administraciones les pueden resultar ciertamente indigestos.

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