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reflexiones sobre administración pública inteligente

martes, 22 de julio de 2008

Administración abierta y ciudadanía


Últimamente hablamos mucho del concepto de Administración abierta-Open Government (oGov) desde diferentes puntos de vista: qué significa, cuáles son sus frenos, sus palancas, qué demanda de las organizaciones, cuál es el papel de la tecnología, etc. Creo que es buen momento para pararnos un poco a hablar de las personas que "teóricamente" dan sentido al concepto, es decir, los usuarios de los servicios públicos, los ciudadanos.


No me parece un tema banal. Si el o-Gov implica un cambio de paradigma por el cual la Administración pública debe reorientar su cultura, sus estructuras y, en definitiva, su pautas de actuación en lo que se refiere a su relación con los ciudadanos, preguntarse cuál es la actitud de los ciudadanos ante la Administración, si realmente están demandando este cambio o si están dispuestos a participar e implicarse, parece una cuestión de importancia.


Tengo que reconocer que soy un tanto escéptico al responderme a estas cuestiones. De ahí, que antes utilizara la palabra "teóricamente". La idea de o-Gov me gusta y la apoyo, creo que es un cambio imprescindible, pero no estoy tan seguro de que sea un concepto de amplio calado entre la población. Seguramente una parte de la ciudadanía sí: los nativos tecnológicos, los comprometidos socialmente, las empresas, los segmentos de alta cualificación, el mundo asociativo, etc. Pero muchos otros quedan lejos de tener la más mínima inquietud por implicarse en la comunidad ("sociedad anestesiada") o carecen de capacidades tecnológicas ("analfabetos digitales"). Ven la Administración como un ente muy lejano al que se dirigen cuando no les queda más remedio y sólo se preguntan si las cosas se deberían hacer de otra forma cuando tienen las molestias derivadas de los trámites en una ventanilla. El otro día lo comentaba al referirme sobre el estudio Sociedad en red 2007. Informe anual: los ciudadanos preferentemente utilizan la ventanilla, el teléfono o el correo postal en su relación con la Administración.


Otra inquietud que me asalta es si ciertos elementos del o-Gov pueden servir de impulso para que las personas se impliquen más en la co-producción de valor público. Quizá sí haya un cierto segmento, hoy "anestesiado", que puede verse estimulado a participar. Pero pienso que seguirá sin ser suficiente para que haya una receptividad social importante a involucrarse en la idea.


Después de esta breve y rápida reflexión (el tema da para mucho), mi conclusión es que el desarrollo del o-Gov, como muchas otras cosas, requiere un fuerte impulso de la educación, como gran infraestructura social que facilite la conciencia crítica, la inquietud, o la alfabetización digital. Sin este esfuerzo, el o-Gov nos servirá para mucho (no cabe duda) pero quedará corto a la hora de atender precisamente a la gran mayoría de los que le otorgan su sentido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es verdad, hablamos de participación y los primeros que no muestran mayor inquietud por participar son los propios ciudadanos. Asistimos a las reuniones de la comunidad de vecinos y haciendo un esfuerzo.

Estoy de acuerdo en que la educación es un factor clave para promover la cultura participativa, pero tenemos tendencia a delegar en el sistema educativo demasiadas cosas. Y por si solo no creo que sea capaz de solucionar todos los problemas que la sociedad en su conjunto deja por imposibles y los delega a la suerte de generaciones futuras.

Supongo que habrá que ayudar al sistema educativo también desde otros frentes. Y las administración públicas pueden desempeñar un rol pedagógico decisivo abriendo espacios de participación que resulten atractivos para la ciudadanía. Habrá que identificar esos espacios y diseñar los mecanismos más adecuados para que el personal se anime a arrimar el hombro en los asuntos públicos.

Puede ser difícil, pero no creo que sea imposible. Si no lo intentamos nunca lo sabremos.