Juan Fernando López Aguilar, de cerca
El pasado día 1 de abril celebramos en ESADE una nueva actividad del Club de Dirección Pública. En esta ocasión se trataba de una cena-coloquio con un invitado de excepción: Juan Fernando López Aguilar.
Todo el mundo conoce a López Aguilar por haber ocupado la primera línea política en los últimos años. Desde luego tiene un curriculum impresionante: licenciado en derecho y políticas; doctor en derecho constitucional; autor de numerosos libros, publicaciones, etc. ; catedrático por la Universidad de Las Palmas; director de gabinete de los ministros de AAPP y Educación en los gobiernos de González; ex-ministro de Justicia; candidato ganador (aunque no gobernó) de las autonómicas canarias.... y próximo candidato del PSOE a las elecciones europeas de junio. Todo ello desde luego le hace tener un nivel intelectual muy elevado que se complementa con una dialéctica extraordinaria. Si sumamos que es una persona cordial, accesible y de un gran talante el éxito del evento estaba casi garantizado desde el principio.
Y efectivamente no nos defraudó. Las casi tres horas que nos dedicó pasaron volando y aparecieron muchos temas: Europa, valores, globalización, política exterior, la crisis, la justicia, Canarias, la Administración, el valor de lo público, etc. No fue fácil para el moderador (en este caso el que escribe) ordenar el coloquio y dejar satisfecho a todo el mundo, ante el aluvión de intervenciones y la predisposición a participar que mostraron los 25 asistentes a la cena. Os confieso que hice lo que pude.
Desde luego que le vi con muchas ganas de afrontar la campaña electoral. Y ganas le hacen falta porque no es una campaña nada fácil dado el desinterés que la ciudadanía suele tener por las europeas y el difícil contexto por el que atravesamos. Nos insistió que pretende centrar su discurso en Europa, que ahora más que nunca se hace necesario construir una Europa fuerte que dé una respuesta positiva a una nueva presidencia norteamericana rendida a su incapacidad para liderar el mundo en solitario (estamos posiblemente ante la última oportunidad para acertar). Hizo autocrítica en que los políticos no han sabido incorporar a su discurso nacional la dimensión europea, lo poco que se citan los Tratados (no como la Constitución, a la que se hace referencia continuamente), y la escasa pedagogía en explicar los aspectos decididos en Europa que afectan a nuestra vida cotidiana (que son muchos!!).
Otro eje central de su discurso fueron los valores. Estamos en una crisis de valores (dijo) y apuesta por hacer un esfuerzo en recuperar pautas éticas que se perdieron en las últimas décadas (Europa se construyó sobre valores como los derechos humanos, la libertad, la democracia, etc. )... Mención aparte mereció la juventud (muy distinta hoy a la que a él le tocó vivir) inmersa en una sociedad diversa, fragmentada, multicultural, que nació siendo europea. Este hecho marca una diferencia sustancial con anteriores generaciones: por ejemplo, ya no vale la idea de mirar a Europa como si de un cajero automático se tratara del que llueven de fondos estructurales y de cohesión. Uno de los retos será ser capaces de manejar lo complejo.
Respecto a la globalización surgieron dos ideas principales: la primera que es un fenómeno que requiere estructuras concertadas ya que las grandes poblaciones son las que marcan los condicionantes más fuertes; en este sentido, los países emergentes tienen desde luego una ventaja de actuación frente a estructuras como la Unión Europea. La otra que lo global no está reñido con lo local, sino que son elementos complementarios.
También defendió el trabajo y el papel de los eurodiputados, más aún con el refuerzo de poderes que el Tratado de Lisboa va a otorgar al Parlamento. Aunque reconoció que éste no tendrá la fuerza para modificar sustancialmente la Comisión sí destacó que fue el artífice de echar abajo iniciativas de la Comisión y el Consejo de Ministros como la de la jornada de las 65 horas o la directiva Bolkestein. Por tanto, para nada se ve yendo a un cementerio de elefantes (le preguntaron por ello).
Sobre justicia reconoció lo difícil que era baremar el trabajo de los jueces (lo intentó) y hacer que éstos trabajen de forma productiva, aceptó que los jueces tengan sus ideas políticas aunque para velar que no distorsionen las decisiones judiciales hay unos mecanismos en el estado de derecho y defendió en general el papel de lo público (más con los tiempos que corren).
Y hubo muchas cosas más: inquietudes personales, carrera política, experiencia vivida en Canarias..... Pero eso queda en el recuerdo de los que compartimos esa interesante cena con él.
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