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reflexiones sobre administración pública inteligente

martes, 19 de mayo de 2009

Infantilismo y directivos públicos


Iñaki Ortiz relataba en un post el desarrollo de las jornadas Innovación y Excelencia en las Administraciones Públicas que tuvieron lugar en Cambrils la semana pasada. Leyéndolo me daba una idea para escribir sobre uno de los párrafos (reproduzco a continuación) de la intervención de Carles Ramió:

Habló de "infantilización" de los directivos públicos, porque, aunque parezca que hay muchos que mandan, en realidad casi todo se consulta al superior, creando así espectaculares cuellos de botella. Me suena.

A Iñaki le suena; a mí y a muchos de vosotros seguro que también. Los propios mecanismos internos de la Administración pública, tan pensados y bien fundamentados para tantas cosas, acaban siendo perversos para la actuación cotidiana de las personas (el activo fundamental de la Administración), sean de la categoría profesional que sean. A un mayor nivel de CD, más se agrava el problema... y se produce (entre otros) este proceso de "infantilización" que no es más que quitarse responsabilidades de encima. La siguiente historia es tan veraz como habitual en las organizaciones públicas: pensemos en alguien que llega ingresa "virgen" en lo público, a un nivel de pre-directivo con formación, habilidades y ganas de hacer cosas, impulsar proyectos y asumir responsabilidades. De éstos, no os creáis, hay bastantes. Se encontrarán con jefes de más experiencia, que les irán enseñando poco a poco la cruda realidad administrativa.

Primer caso (bastante habitual): aquel jefe miedoso y acaparador que centraliza la toma de decisiones para tener él el control de las situaciones frente a sus superiores; jefe éste que se ocupa principalmente de proteger su sillón a base de no complicarse la vida, funcionando al tran-tran y escapando de los charcos peligrosos. Todo ello lo logra a base de centrarse en el día a día, en decisiones "micro" y en escalar a su superior cualquier cuestión fuera de lo habitual. Nuestro protagonista lo tiene jodido: como todo lo centraliza el jefe, irá encontrando que su margen de actuación se va reduciendo poco a poco y que será mejor evitar cualquier tentación de dar un poco más de sí. Le quedarán migajas insignificantes para su entretenimiento.

Segundo caso (bastante habitual): aquel jefe que, conocedor de sus limitaciones, ve a buenos colaboradores más como una amenaza que como una oportunidad. Actúa pegando patadas para abajo cada vez que uno de ellos intenta sacar la cabeza, no sea que vaya a quedar en evidencia ante sus superiores. El tiempo y los golpes acaban enseñando a nuestro protagonista que lo mejor es o irse a otro lado, o sumirse en la mediocridad y vivir tranquilo para evitar problemas. Por tanto, no complicarse la vida y, ante la más mínima, que decida el de arriba.

Tercer casi (más raro pero ocurre): el jefe que ejerce un "liderazgo blando", deja hacer a sus colaboradores, les da autonomía, respaldo y confianza. Les deja actuar con libertad y responsabilidad, confiando en sus resultados. El escenario (a priori) perfecto para nuestro protagonista. Empieza actuar y van llegando resultados. Pero el resto de la organización, al no estar acostumbrada, lo empieza a ver como algo anómalo, un cuerpo extraño para el que operan mecanismos de defensa en forma de obstáculos, recelos, facturas pendientes, etc. que, en algún momento, se pondrán de manifiesto. ¿Cuándo? Pues depende. Normalmente cuando ese jefe se va (que lo acabará haciendo) llegarán otros y actuarán como elementos neutralizadores de nuestro protagonista que sufrirá consecuencias por sus "osadas" actuaciones anteriores.

La conclusión siempre acaba siendo la misma: el que menos pone menos pierde y así estamos. En el "infantilismo". ¿Os suena? Seguro que sí..

2 comentarios:

Félix Serrano dijo...

El primero y el segundo son bastante parecidos... ambos basados en el gobierno por el miedo.

Efectivamente el tercer caso es rápidamente desmontado por la realidad.

Es curioso porque me he encontrado con un caso en el que el jefe hacía como que delegaba, pero luego si el subordinado no actuaba como el jefe esperaba, recibía un buen rapapolvo...

En general lo que faltan es buenos organizadores. En general los jefes suelen tomar decisiones ténicas y no abordan los aspectos organizativos, que es lo que tiene impacto y alcance a medio plazo.

Ya sabemos lo dificil que es cambiar la forma de hacer las cosas en las Administraciones, por eso hay mucha vaguería para abordar estos cambios necesarios.

Baldro dijo...

Hola a todos:
Yo sin embargo estoy hasta el gorro de los jefes de "liderazgo blando". Debo ser muy raro porque en teoría se les valora muy bien y al parecer le gustan a todo el mundo: delegación, libertad, responsabilidad, actos de reconocimiento, buen rollito, ...bla, bla, bla.
En realidad los que he tenido son una cuadrilla de incompetentes, que refugiados en toda la retórica de la teoría x-y, liderazgo situacional, EFQM, etc, practican lo que siempre se ha llamado "laissez faire", que en la práctica quiere decir que a los más vagos e incompetentes no les pasa nada, y a los comprometidos y trabajadores se les carga con más responsabilidades.
No gracias. Prefiero un "jefe" orientado más a la producción que a la relación y al buen rollo. Y cuando demuestre que sabe gestionar lo duro, que empiece con lo blando.
Estoy hasta el gorro.
(¿se me nota?)