Hace algún tiempo os comentaba los recelos con que se ven los proyectos innovadores en las Administraciones públicas. Hasta cierto punto es lógico: instituciones con décadas de existencia y una cultura propia tan arraigada no parece el terreno más propicio sobre el que sembrar. Ello hace que si este tipo de proyectos no se abordan con las cautelas necesarias la inercia y los estabilizadores de auto-defensa característicos de este tipo de organizaciones acabaran por triturar o descafeinar cualquier propuesta.
Me pedían hace poco algunos consejos en esta línea. He rescatado reflexiones que hice en su día y aquí os las dejo en forma de decálogo:
- Evitar los grandes proyectos. Recurrir a pequeñas buenas prácticas. La historia de proyectos en las AAPP está plagada de grandes propósitos, pliegos ambiciosos, que acaban sin éxito alguno. La grandilocuencia despierta escepticismo y un cierto rechazo en los pasillos de las organizaciones públicas. Además, los presupuestos públicos no están para demasiadas alegrías.
- El dospuntocerismo puro no es posible ni recomendable. Ni la mayoría de ciudadanos van a querer o poder formar parte del ecosistema generado por una institución ni gran parte de la producción de valor público es modelizables mediante estas herramientas.
- Adaptar el lenguaje a la realidad administrativa. La forma de hacer las cosas en lo público está sujeta a esquemas conceptuales, metodología e incluso terminología que hay que conocer y comprender para alcanzar una buena sintonía en la implantación.
- Extensión por contagio. Mejor un inicio modesto y localizado que proporcione buenos resultados y vaya animando a otras unidades / servicios.
- No subestimar a los empleados públicos. Muchos de ellos son usuarios de redes sociales en su ámbito privado y son activos en redes corporativas o profesionales. El reto está hacerles ver la utilidad y compremeterles en la utilización de las mismas en el servicio público.
- No improvisar: estrategia clara a corto, medio y largo plazo. Para ello el compromiso político es importante, pero no lo limitemos exclusivamente a aquel que viene up-down. En lo público muchas veces los que llegan acaban nutriéndose de ideas que llevan tiempo cociéndose en las cocinas administrativas.
- No infravalorar la dimensión de los nuevos canales. Tampoco sobrevalorarla. Se trata de un nuevo campo a explorar que nos puede deparar sorpresas.
- Centrase en servicios de utilidad real. Apuntar bien con un presupuesto limitado hoy es más necesario que nunca. Pero pensar preferentemente todo aquello relativo con servicios públicos de naturaleza transaccional.
- Incidir en la comunicación y la formación. El rechazo a lo nuevo suele partir de un miedo a lo desconocido. Aunque (desgraciadamente) no es lo habitual, comunicar y formar a los trabajadores públicos es necesario para el éxito de la iniciativa.
- Pensar más en querer que en poder. Solemos gastar muchas energías en ver los muros y las dificultades antes que las oportunidades. Por ello muchas de las iniciativas nacen condenadas de antemano. A veces ponerse la venda en los ojos acaba resultando más efectivo.
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