Estamos inmersos en una profunda crisis económica y tenemos a todo el mundo (políticos, comentaristas, medios de comunicación, think-tanks, lobbies, agentes sociales, organizaciones profesionales) opinando y formulando sus propias recetas para salir de la misma. Ya sabemos, además, el tópico de que las crisis no son únicamente fuente de problemas sino que suelen abrir oportunidades para reordenar sectores, racionalizar políticas, impulsar reformas a largo plazo, aprovechar coyuntura encontrar nichos emergentes .... todo ello destinado a salir del túnel cuanto antes y en mejores condiciones de lograr, en horizontes temporales amplios, mejoras en términos de desarrollo socio-económico y bienestar.
En este sentido, podríamos hablar que el contexto actual plantea una situación idónea para innovar en la forma de gestionar lo público y en el propio funcionamiento de la Administración.
¿Por qué?
- Porque es necesario para la recuperación: en tiempos en que la actividad privada está parada y se rescatan del cajón de los olvidos las recetas keynesianas que miran a lo público como impulsor de la economía, adquiere una importancia vital que la cosa pública se gestione adecuadamente y que la maquinaria administrativa mejore su capacidad de producción de valor. Ahora más que nunca lo público está en el centro del huracán.
- Porque ciudadanos y empresas lo están demandando: Morgana rescata en su blog el último estudio del CIS en el que un 1,3% de las personas encuestadas calificaron de muy positivo el funcionamiento de las Administraciones Públicas españolas, un 27,4% de bastante positiva y un 27,8% ni positiva ni negativa. Un 38,7% lo calificó de muy negativa o bastante negativa.
- Porque aprovechando que se apuesta por una nueva economía del conocimiento basada en sectores punteros, de elevado valor añadido, uso intensivo de la tecnología y alta cualificación no se justifica tener una Administración pública anclada en el pasado.
¿Misión imposible?
La realidad es que aunque no sea una misión fácil no parece que parezca una prioridad por muchas mociones que se aprueben en las Cortes generales (plenamente de acuerdo con el post de Sevach).
- Cuando se ha querido abordar un proceso intensamente innovador se ha hecho, y con éxito. Tenemos el reiterado ejemplo de la Agencia Tributaria: en la España de los 80 el fraude fiscal era elevado y se decidió al más alto nivel político acabar con esta historia. Se metió en la agenda política con prioridad y no se escatimaron recursos para lograr lo que es hoy la AEAT, ejemplo en medio mundo de una Administración puntera y eficinete.
- No olvidemos que la Administración pública no es sólo la AGE. Es más, la AGE es la más alejada de ciudadanos/empresas, la que tiene menor peso relativo y la más antigua por lo que es la estructura de menor nivel de criticidad para este proceso. Sin embargo, CCAA y EELL son de un tamaño más manejable, más jóvenes y mucho más cercanas a los usuarios. Además, tenemos toda una serie de agencias, entes, organismos, etc. cuya propia estructura (más autónoma y flexible que la de la propia Administración general) podría permitir la introducción más exitosa de dinámicas innovadoras.
- Tendemos además a hablar mucho de todo aquello que suponga una relación con el ciudadano (atención, escucha, co-gestión, co-producción, etc), de las nuevas herramientas y de las amplias posibilidades que nos ofrecen y lo hacemos en el contexto de la Administración abierta y de la Administración 2.0 . Pero hay más cosas en este polo de innovación en lo público....
- Por ejemplo, también considero importante hablar de innovación en aspectos más estratégicos : por ejemplo, cómo proyectar una Administración en su territorio en función del posicionamiento que se ha elegido; o cómo gestionar el proceso de formulación-definición-implantación-evaluación de políticas públicas . O en cuestiones de funcionamiento interno de la Administración: cómo podemos innovar en el back office, en los procedimientos, en la forma de trabajar, en la gestión de las personas, en las estructuras administrativas, en el cambio de cultura. O en lo que supone gestionar en lo público de una forma más profesional, humana, participativa, u horizontal que asuma los valores de transparencia, responsabilidad, eficacia y eficiencia.
Todo esto también es innovación y poder se puede. Seguro que se puede.
Totalmente de acuerdo. La crisis puede ser una buena oportunidad para innovar en lo público. Estoy convencido, además, de que las innovaciones más necesarias no son precisamente las que más dinero cuestan.
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