La solución a cualquier problema público pasa por tres etapas: 1) que exista la necesidad; 2) que se disponga de los instrumentos para resolverlo; 3) que haya voluntad (política y administrativa) para resolverlo.
El espinoso asunto de la regeneración democrática entra y sale de los primeros lugares de la agenda política al gusto del gobierno de turno y de las circunstancias de cada momento. Ahora vuelve a estar de moda con la puesta sobre la mesa (de nuevo) del plan de regeneración democrática.
Sin entrar a valorar estas tácticas políticas, lo cierto es que la ciudadanía pide cambios profundos en la forma de hacer política. Mayor transparencia , más posibilidades de participar y de contribuir. Que se pida opinión y ésta sea en mayor medida tenida en cuenta dentro de las diferentes fases del ciclo de políticas públicas. Eso al menos indican los estudios sociológicos y está ahí en el estado de opinión general del país. La necesidad, por tanto, existe y es conocida.
Los instrumentos también. En nuestro país, la tentación siempre es empezar la casa haciendo leyes, creando una base legal. Aunque en este caso no es lo importante ya se ha generado una cierta infraestructura legal. Existen otros instrumentos, los tecnológicos, que permiten de manera sencilla la bidireccionalidad cambiando radicalmente la forma de relación y otorgando un papel protagonista al ciudadano. Las posibilidades en cuestiones como transparencia (política y administrativa) y participación ciudadana son amplias. Hasta ahora la utilización de estos instrumentos del siglo XXI se viene haciendo con tics del siglo XX; por no querer o por no saber, pero lo cierto es que es un gran error: no avanzamos y seguimos en las mismas, acentuando la frustración y el desencanto de la ciudadanía. Por otra parte la digestión de la toda la información generada por parte de la Administración exig
e nuevas estructuras, nuevos flujos de gestión de misma y patrones de actuación diferentes. La teoría ahí está, dispuesta a ser llevada a la práctica por algún valiente.
¿Qué falla pues? ¿Qué impide profundizar en la democracia deliberativa y en el gobierno abierto si hoy es más necesario y posible que nunca? Obviamente la tercera pata de esta mesa: la voluntad, y no sólo política también administrativa. Hablamos de una transformación que afecta a las estructuras de poder de políticos y funcionarios, al statu-quo y los intereses creados. De ahí, las enormes resistencias y que la realidad sea hasta hora un buen cúmulo de fuegos de artificio (anuncios, comisiones, leyes, nuevos perfiles en redes sociales, etc...) pero una frágil institucionalización . Este es el reto, pero para ello hace falta un shock de voluntad.
Qué razón tienes. Esto es diana a la médula de la fiera. Sólo la nueva Cultura de la Innovación desde abajo hacia arriba es posiblemente el mecanismos que mueva hacia el nuevo Valor público.
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