Liderar en lo público exige liderar desde las personas fomentando unos valores puestos todos ellos al servicio de un cambio cultural que es imposible realizar a golpe de boletín oficial. Prácticar unas virtudes o hábitos que ayuden a decidir y actuar correctamente, dotar a la práctica cotidiana de unidad, criterio y coherencia serían otros de los rasgos que debería incorporar la humanización del liderazgo en la Administración.
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•Los líderes humanos tienen vocación de crecer, se ocupan de su formación situándola como eje de su desarrollo personal y profesional. Aprender forma parte de su agenda vital, así como encontrar sus espacios de reflexión, en contraste con la exigencia permanente de hiperactividad a la que se ven sometidos por el entorno.
En un líder público, la vocación y voluntad de servir debe primar por encima de ambiciones personales, el ascenso o el afán por el poder. Lo público ante todo es servicio: a la sociedad, al interés general; quien así no lo entienda el mayor favor que puede realizar es dar un paso atrás y mantenerse lejos.
Bajo este punto de vista se entiende la necesidad de mantener el compromiso y la preocupación por colaborar y apoyarse en los demás; por promover el liderazgo, compartir competencias y conocimientos, entrenar y procurar el crecimiento de afines y colaboradores.
¿Demasiado bonito para ser real? Puede ser. Pero como aspiración y objetivo a perseguir debería servir.
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