Destrucción masiva
Día a día conocemos las distintas medidas que se están tomando desde las diferentes instancias para sacar al país de la crisis. La última de ellas, presentada con la parafernalia habitual, el proyecto de ley de Presupuestos Generales del Estado para 2013.
Son ya varios años, y varios presupuestos, en los que las únicas medidas relativas al sector público se circunscriben a severos recortes presupuestarios, de doble dígito, con no se sabe bien qué criterios, pero sin abordar los cambios en profundidad que nuestras Administraciones demandan. Como dice el profesor Longo, recortes pero no reformas.
Esta práctica, convertida en habitual desde hace tiempo, está llevando - si no lo ha hecho ya- a una drástica reducción de la capacidad del sector público para crear valor en favor de la sociedad. Así lo sienten numerosos y cualificados emprendedores públicos que cada año encuentran cómo su presupuesto mengua "por qué sí" pero por ejemplo las herramientas de gestión de las que dispone siguen inalterables.
A nivel macro, se observan cómo por el viejo arte de cuadrar unas cuentas se recurre a analogías varias con el sector privado para justificar un ajuste inevitable. Sin embargo, las comparaciones son odiosas: mientras que en la lógica privada el decrecimiento se basa en una asignación racional y eficiente de los ajustes, en aquellos ámbitos en los que la actividad se ha reducido notablemente u otros factores de producción se han vuelto insostenibles económicamente- por ejemplo, por obsolescencia - ; en lo público, los hechos demuestran lo contrario.
Es por ello que a nivel micro la sensación de desguace del sistema está empezando a calar, con unos efectos que a corto plazo ya se dejan sentir. Sin embargo, aún siendo precupante, lo más significativo serán las consecuencias a largo, que es cuando realmente se pone de manifiesto el impacto de determinadas políticas públicas.
Y mientras, las reformas de verdad, en el cajón.
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