La reforma de la Administración en la encrucijada
Hace unas semanas mi buen amigo Antonio Diaz publicaba un post que os recomiendo: "¿Y si el ajuste es la reforma?". En él recordaba que siendo los ajustes en determinados ámbitos necesarios, lo verdaderamente importante es aprovechar el momento que vivimos para hacer reformas de calado en el ámbito de lo público. Y citaba cuatro líneas de actuación: 1) reordenación de servicios; 2) reorganización interna; 3) dirección pública profesional y 4) gobierno abierto.
Los que me seguís habitualmente habréis reconocido que esos precisamente son algunos de los asuntos nucleares de los que vengo hablando en este blog durante los últimos años. En mi opinión la reforma de la Administración es un asunto pendiente desde hace años, mucho antes de que aflorara esta crisis galopante que tanto nos agobia. Una reforma cuyo objetivo prioritario debería ser reforzar el valor y el papel de lo público desde un cambio a fondo en sus estructuras, tanto en la forma de hacer política como en la forma de funcionar de las Administraciones: nueva estructura administrativa, nuevo modelo de empleo público, extensión de la gestión por resultados y gobierno abierto. Una reforma que remueva cimientos, que suponga un cambio sustancial en las mismas raices identitarias de nuestro sector público tan ancladas en las patologías burocráticas. Una reforma que necesita tiempo y consenso, y un liderazgo intenso y persistente desde quienes estén al mando del proceso.
Desde el gobierno se anuncia una reforma de la Administración para las próximas semanas, meses. Las señales que estamos recibiendo no van precisamente en la línea comentada en el párrafo anterior. Por un lado lo que hemos visto: gobernando más que nunca a base de norma (decretos-ley) como vía directa para transformar la realidad social (error); o una ley de Transparencia que nace opaca casi desde su génesis inicial. Por otro lo que está por venir, que ya veremos: se habla de la reducir aún más el sector público español, pasando del actual poco más de un 40% del PIB (nivel medio-bajo de la OCDE) a un escaso 35%; de un plan de privatizaciones, poniendo en el mercado para una gestión más ¿eficiente? lo que hasta ahora ha venido siendo patrimonio de todos; de una reforma que va a ser "dolorosa" , con (previsibles) despidos y reducciones de sueldo (directas o enmascaradas) para los empleados públicos.
Es decir, frente a una reforma que apueste por un sector público robusto, avanzado y de calidad que contribuya a la riqueza y progreso del país, lo que parece que nos viene es un sector público más reducido que siga funcionando como siempre. Como decía Antonio, el ajuste parece ser la reforma. Va a ser que sí.
Los que me seguís habitualmente habréis reconocido que esos precisamente son algunos de los asuntos nucleares de los que vengo hablando en este blog durante los últimos años. En mi opinión la reforma de la Administración es un asunto pendiente desde hace años, mucho antes de que aflorara esta crisis galopante que tanto nos agobia. Una reforma cuyo objetivo prioritario debería ser reforzar el valor y el papel de lo público desde un cambio a fondo en sus estructuras, tanto en la forma de hacer política como en la forma de funcionar de las Administraciones: nueva estructura administrativa, nuevo modelo de empleo público, extensión de la gestión por resultados y gobierno abierto. Una reforma que remueva cimientos, que suponga un cambio sustancial en las mismas raices identitarias de nuestro sector público tan ancladas en las patologías burocráticas. Una reforma que necesita tiempo y consenso, y un liderazgo intenso y persistente desde quienes estén al mando del proceso.
Desde el gobierno se anuncia una reforma de la Administración para las próximas semanas, meses. Las señales que estamos recibiendo no van precisamente en la línea comentada en el párrafo anterior. Por un lado lo que hemos visto: gobernando más que nunca a base de norma (decretos-ley) como vía directa para transformar la realidad social (error); o una ley de Transparencia que nace opaca casi desde su génesis inicial. Por otro lo que está por venir, que ya veremos: se habla de la reducir aún más el sector público español, pasando del actual poco más de un 40% del PIB (nivel medio-bajo de la OCDE) a un escaso 35%; de un plan de privatizaciones, poniendo en el mercado para una gestión más ¿eficiente? lo que hasta ahora ha venido siendo patrimonio de todos; de una reforma que va a ser "dolorosa" , con (previsibles) despidos y reducciones de sueldo (directas o enmascaradas) para los empleados públicos.
Es decir, frente a una reforma que apueste por un sector público robusto, avanzado y de calidad que contribuya a la riqueza y progreso del país, lo que parece que nos viene es un sector público más reducido que siga funcionando como siempre. Como decía Antonio, el ajuste parece ser la reforma. Va a ser que sí.
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