Que la política está desprestigiada es un hecho evidente. No voy a utilizar este post para desgranar los motivos, que son muchos, de esta decadencia en nuestra democracia representativa de naturaleza partitocrática.
Me interesan las consecuencias y derivadas que esta situación puede ocasionar. No en pocas ocasiones, desde la sociedad, se percibe lo público a través de sus dirigentes y sus empleados públicos, especialmente aquéllos que están en contacto con los ciudadanos. Es por ello que los males que aquejan a nuestro sistema político , ajenos normalmente a cuestiones de índole administrativa, o una mala percepción cuando nos relacionamos con la Administración a través del funcionario de turno quedan bien asentados en el fondo de las conciencias ciudadanas y, debidamente agitados por todos aquéllos con intereses en un retroceso de lo público, adquieren efectos auténticamente devastadores sobre la legitimidad de lo público.
Lo anterior es un motivo más, para mí uno de los más importantes, por el que una reforma en profundidad de las Administraciones públicas es imprescindible. Una reforma que debe afectar también al rol de la política al frente de las instituciones.
En este sentido considero imprescindible reivindicar la necesidad de la política, de la buena política, en todo lo que tiene que ver en lo público a diferentes niveles de gestión.
Entendiendo por buena política no una política de siglas, de conveniencia de partido, sino la verdadera política consistente en la necesidad de incorporar y conciliar las necesidades sociales, la vocación por el bien común y eldefender intereses legítimos de los colectivos representados.
Y entendiendo por diferentes niveles de gestión no sólo los altos niveles de superior dirección de las instituciones sino otros más operativos y de todo tipo organizaciones (sector público empresarial, fundacional, etc.).
Es precisamente la dimensión social de las organizaciones públicas y el componente político con el que deben responder una diferencia fundamental de la actividad privada. No lo olvidemos.
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