Ayer tuve la oportunidad de conocer de primera mano los premios INNOVA que organiza el Ministerio de Industria, Energía y Turismo. Me invitaron como observador a un acto que, aunque conocía como iniciativa desde hace algún tiempo, no había tenido la ocasión de tener un contacto tan directo.
Y la experiencia fue gratificante, toda una emoción ver que en un rincón de la Administración General del Estado, el MINETUR, se ha tenido la valentía de agitar la innovación a través de las ideas, el talento y el entusiasmo de sus profesionales. Todo gracias a un subsecretario con inquietudes. Condición necesaria pero no suficiente. Los subsecretarios pasan (de hecho el que lo promovió ya no está) pero son los directivos públicos que siguen los que atesoran gran parte del mérito por la visión y ganas de hacer cosas diferentes. Ellos son los verdaderos artífices de que esto pueda ser una realidad consolidada en el tiempo.
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Se premiaban no sólo ideas, sino también su aplicación para mejorar un procedimiento, un servicio, un departamento en esa casa de estructura orgánica tan nutrida. Es en cada una de dichas pequeñas acciones donde radica la verdadera transformación interna de una organización , porque es a través de ellas cuando se crea la cultura del cambio, la predisposición para cuestionarse las cosas y la necesidad interna de situarse fuera de la zona de confort.
Ayer nos tocó disfutar a los asistentes pero lo que vimos es únicamente la punta del iceberg. Llegar a la entrega de premios implica muchas horas de esfuerzo y trabajo tanto para organizadores como para participantes. Es ahí donde está el verdadero valor de una iniciativa que es un auténtico caso de éxito dentro del sector público español. Muchos tendríamos que aprender de ello e intentar replicarlo en nuestras organizaciones. El talento que se esconde en la Administración española bien merece un meneo de este estilo.
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