lunes, 5 de septiembre de 2011

El éxito de un plan de reforma administrativa


Supongo que os sonará la siguiente historia: un político sale en rueda de prensa ante los medios de comunicación. Se presenta ante la sociedad con un plan, un plan ambicioso. Desgrana los mensajes principales y los adereza con un sinfin de datos que le aportan credibilidad. Los medios extraen los titulares y los replican en prensa, tv, internet. Los tertulianos amplifican el eco mediático. Cala en la sociedad, que lo acoge bien o mal. El político y su equipo de confianza por supuesto se comprometen con el plan, pero casi siempre el tiempo necesario que tiene de vida mediática o parlamentaria. Continúa el runrun mediático hasta que poco a poco se va difuminando en el tiempo.

En el mejor de los casos el plan pasa al aparato administrativo. Lo digiere: lo pone en marcha o simplemente lo bloquea, lo ralentiza. En este punto muchos planes fracasan. ¿Por qué? Principalmente por dos motivos: i) porque no se ha trabajado el mismo colaborativamente con los agentes internos afectados, sino que se ha cocinado por la camarilla política o sus acólitos externos a espaladas de la organiación que tiene que ponerlo en marcha; ii) o porque va en contra de los intereses y cultura predominante en esa Administración y no se acompañan de las medidas adecuadas de gestión del cambio, una de las más importante la comunicación.

Otra cuestión importante a destacar de la vida de un plan es que pocos de los que oyeron la noticia en que se anunciaba el mismo saben al final qué fue de él : ¿se puso en marcha? ¿logró los efectos deseados? ¿cuáles han sido los impactos derivados? ¿alguna lección para el futuro?

Aflora otra patología: trazabilidad, control, evaluación y rendición de cuentas suelen brillar por su ausencia, tanto más cuanto mayor grandilocuencia adquiera el plan en los medios de comunicación. La escasa explicación de los políticos y la débil petición de las mismas que hacen los ciudadanos no dejan de sorprender. Por supuesto que existen otros otros actores de control (a modo de interfaz políticos-ciudadanos) pero no siempre logran hacerse hueco en los medios de comunicación. Los parlamentos bastante tienen con la refriega política del día a día. Conclusión: realmente poco sabemos al final qué fue de los planes que un día se presentaron a bombo y platillo.

¿Faltan herramientas de control y seguimiento? Seguramente no. Hay herramientas de comunicación on-line que pueden ofrecer información y escuchar opiniones. ¿Falta una ética pública que incorpore la rendición de cuentas? Seguramente sí. Las estructuras de poder políticas y administrativas son opacas y eso parece que no cambia ¿Son los políticos débiles frente a una Administración poderosa? ¿o al reves? En unos casos sí que ciertamente la Administración tritura buenas iniciativas; en otros, los políticos no dan oportunidades a la Administración para que pueda hacer. ¿Son los ciudadanos unos pasotas ignorantes? Rotundamente no, pero en numerosas ocasiones así se les trata cuando no se les ofrece los cauces de participación ni los estímulos para ello; la gente se implica, participa, aporta, investiga si ve que se tienen en cuenta sus opiniones. En caso contrario se muestra apática y anestesiada.

Gran parte del éxito de un plan reside en atender estas patologías. La mayor parte de las veces es una cuestión de querer; otras, las menos, de poder.


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