El pasado jueves tuve la ocasión de asistir a la presentación del libro "La humanidad amenazada: gobernar los riesgos globales" que han coordinado Javier Solana y Daniel Innerarity. Los autores se repartieron los papeles: mientras que Innerarity filosofó sobre los riesgos , Solana aportó su experiencia en forma de reflexiones sobre la gobernanza global.
Según el profesor Innerarity hemos producido un mundo de riesgos ("contagio", "inestabilidad") basado en una interdependencia densa en la que los que nos protegía (fundamentalmente los Estados) nos protege ahora poco. Esta situación, que a todos nos expone, a todos nos iguala. Unos espacios abiertos que dan lugar a una loca oferta de protección.
Lo que diferenciará será una adecuada "agenda de los riesgos": ¿cómo vamos a prevenir? (también tiene sus riesgos) ¿cuáles son aceptables y cuáles no? ¿cómo gestionamos las emociones? (meter miedo a veces da resultado; otras no) ¿cómo protegernos de la irracionalidad y la estupidez colectiva? ¿qué es bueno o malo? A todas estas preguntas responden los ensayos que forman el cuerpo del libro, pero Innerarity dejó dos conclusiones: es preciso fortalecer la política (por su función unificadora en los riesgos compartidos) y entender colectivamente bienes y males comunes.
Para Javier Solana el mundo que vivimos se caracteriza crecientemente por ser: incierto, insostenible, injusto.
Incierto porque el Estado nación está agotándose y dando lugar a una creciente multipolaridad en la que nosotros sólos no mandamos y nos está costando mucho asumir. La gobernanza es más difícil y se precisan instituciones globales fuertes y operativas. La falta de gobernanza es mala.
Insostenible porque el crecimiento está basado en un consumo brutal de los recursos . El incremento exponencial de una clase media voraz en este sentido hace que no haya para todos. Las tensiones por la presión de los recursos están a la vuelta de la esquina.
Injusto aunque la esperanza de vida haya aumentado. Un dato: en África 2050 la edad media será 18 años con todo lo que ello supone en necesidades de salud, educación trabajo, vivienda. La imposibilidad de atender estas demandas polarizará aún más la riqueza y las tensiones sociales.
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