Según el portal de empleo Monster, un 70% de los españoles querría trabajar como empleado público. La crisis sin duda ha disparado una cifra que en tiempos de bonanza, cuando había trabajo y se ganaba dinero en el sector privado, no era tan elevada.
La mayor parte de esa mayoría lo hace por tener un trabajo fijo de calidad que le permita disponer de tiempo para su vida privada. Seguridad y derechos cotizan alto ganando enteros frente a nivel salarial y las posibilidades de desarrollo que tradicionalmente ha venido ofreciendo el empleo privado.
Esta es la realidad, una realidad preocupante. Veamos por qué. El hecho de que las motivaciones para trabajar en lo público sean las anteriormente citadas pone de manifiesto un problema amplio calado al cual me refería el otro día: la pérdida de una ética de servicio en el ejercicio de las funciones públicas. La Administración no podía ser inmune a esta falta de principios y valores, tan característica de la sociedad en que vivimos, pero es especialmente grave teniendo en cuenta que las Administraciones las forman personas y, por tanto, esta situación está despojando de legitimidad a lo que supone el servicio público.
El otro día comentaba con un amigo cómo los maestros de toda la vida, que poco a poco se van jubilando, siempre han tenido muy interiorizado su función pedagógica, cuestión ésta que les llevaba a esforzarse incluso más con los alumnos en dificultades para que no se quedaran atrás en el proceso educativo. Lo mismo podríamos decir del cartero de barrio de toda la vida que conoce a los vecinos y se esfuerza por hacer la entrega.
Son dos ejemplos-. Pero la realidad es que hoy los jóvenes que sacan las oposiciones, escudados en el derecho al puesto de trabajo y otros beneficios, por lo general esquivan las dificultades y van a lo cómodo. Eso carcome el valor que los servicios públicos prestan a la sociedad.
Seamos realistas: acceder a un trabajo estable, de calidad y que te permita tiempo para tu vida es algo digno y muy respetable. El problema es cuando eso, que debería ser inherente a cualquier puesto de trabajo, no lo es y se convierte prioridad principal.
Quizá, ante esta situación, tendríamos que pararnos a pensar si esa desafección hacia trabajar en la empresa privada o emprender no tiene algo que ver en cuál es el papel de las personas en el funcionamiento de las empresas y si éstas realmente incorporan la componente humana a una gestión enfocada al beneficio.
Aunque eso ya es otro debate que además no sé si interesa mucho abordar...
Existe en general una desafección hacia todo lo que significa compromiso en las nuevas generaciones, llamese por lo público o por los deberes para con quien le contrata. Generando una sociedad de mileuristas que además hemos malcriado desde la cuna, estamos generando un efebismo social preocupante, una tendencia al ombliguismo hedonista que está carcomiendo toda nuestra sociedad por contagio.
ResponderEliminar@apunteselectronicos Efectivamente y las causas son muchas. En los jóvenes tú apuntas algunas como el "malcriar desde la cuna", la falta de esfuerzo y compromiso.... Quizá estos jóvenes han visto en su casa esfuerzo y compromiso que no han sido compensados....Por otra parte en los más maduros estos datos podrían ser síntoma de un rechazo hacia el tipo de empleo que se está ofreciendo desde hace algún tiempo en el sector privado Es un tema complicado pero los efectos devastadores.
ResponderEliminarClaro que las causas son muchas y por eso mismo conviene no simplificar. Conozco de primera mano el caso de jóvenes formados en las mejores universidades del país con auténtica vocación de servicio público, que han renunciado a una carrera en el sector privado por su deseo de trabajar al servicio de los intereses generales, y que aunque desconfien del malicioso sistema de oposiciones existente en nuestro pais han pasado por el aro y se han tirado a la piscina con una apuesta no exenta de riesgos.
ResponderEliminarEs muy posible que pese a ser incluso el candidato más idóneo al puesto los no ya imperfectos sino arbitrarios -por no decir mediocres- tribunales de selección le descarten, sin valorar las aptitudes, la motivación, y el talento -lo que es más preocupante-.
No creo que la administración esté como para desaprovechar capital humano de primer orden, y que encima exista connivencia o inacción por parte de la sociedad civil.
Y eso que todavía no han entrado en la Administración y no saben lo que les espera.
ResponderEliminarHay dias que tiene uno la sensación que por mucha ilusión y esfuerzo que dedique a su trabajo como funcionario, no hay forma de mover este mastodonte, de cambiar los vicios y prejucios de los que está plagada la Administración, no hay forma de que se reconozca el trabajo y el esfuerzo por encima del amiguismo y de ciertas mafias que pululan por aquí...