Os reproduzco el artículo que he escrito para la columna de opinión de Expansión.com , canal de función pública:
No escapa a nadie que estamos inmersos en una crisis económica de gravedad y dimensiones desconocidas desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Hay coincidencia general en que no se trata de una situación coyuntural sino una catarsis sistémica que obligará a hacer profundos replanteamientos en las estructuras económicas globales a largo plazo.
En nuestro país se ha iniciado ya un amplio debate sobre estos aspectos, el cual se concretará, según anunciaba el presidente del Gobierno en el Debate del Estado de la Nación en un despliegue de políticas públicas, proyectos de ley, procesos de diálogo social, etc. en los que participarán los distintos actores políticos, económicos y sociales.
En todas esas iniciativas se echa de menos la inclusión en los primeros lugares de la agenda gubernamental de una potente política de reforma de la Administración pública española. Su importancia lo merece: por una parte, estamos comprobando cómo lo público está teniendo un papel destacado tanto en el proceso de contención de los efectos de la crisis como en la recuperación de la misma.
Por otra, la Administración supone un elemento clave para garantizar unas condiciones óptimas en el funcionamiento socio-económico de cualquier país; de hecho, las economías más competitivas (por ejemplo las nórdicas) están dotadas de los sectores públicos más avanzados, siendo difícil de concebir, en un escenario de nueva economía, que uno de sus actores fuera una Administración con trazas decimonónicas.
Se dice que las crisis son también fuente de oportunidades. Aunque sea un tópico muy manido, en este caso puede tener su parte de fundamento: los incentivos que encuentran los políticos para priorizar una reforma en el ámbito administrativo son muy débiles, especialmente porque su éxito es remoto en tiempo/posibilidades y la valoración (en votos) del ciudadano va a ser muy baja, cuando no nula. En contextos como el que vivimos la carencia de liderazgo de estos procesos se supliría por la necesidad y trascendencia de lo que está en juego.
La reforma estructural que parece necesaria podría articularse en tres ejes: talento, innovación y sostenibilidad. Talento, un desarrollo del Estatuto Básico del Empleado Público que desplegara todas sus posibilidades y huyera de replicar modelos del pasado, teniendo como objetivo aprovechar el amplio potencial de las personas que trabajan en lo público a través de adecuados mecanismos de reconocimiento y desarrollo profesional; además de abordar la imprescindible profesionalización del directivo público alejada de tentaciones partidistas o corporativas.
Innovación, inversiones tecnológicas para el desarrollo complementario de la Administración electrónica y la Administración 2.0, pero también introducir una verdadera cultura de la innovación en la Administración, que genere el estímulo para un replanteamiento continuo del quehacer cotidiano a diferentes niveles de gestión/ejecución administrativa. Sostenibilidad, iniciativas en pro de una Administración bien dimensionada (en calidad y en cantidad de puestos de trabajo), con estructuras organizativas flexibles y coordinadas que garantizara unos niveles de eficacia y racionalización en el gasto público.
No partiríamos de cero: existe la experiencia (se han abordado procesos similares en sectores concretos de la Administración como la Agencia Tributaria) y la legislación básica necesaria (Estatuto Básico, ley de Agencias, LAECSP, etc.) para poder construir el futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario